domingo, 28 de febrero de 2010
Familias y campañas en “Acción”
Una de las políticas sociales más controversiales del gobierno de Uribe ha sido programa para prevenir y superar la pobreza extrema “Familias en Acción”, el cual consiste en otorgar a familias que pertenecen al nivel I del Sisben transferencias monetarias condicionadas con el compromiso de asegurar asistencia escolar y alimentación de los niños. A pesar de las críticas recibidas, hechas desde la oposición y la academia principalmente, no parece que el programa vaya a desaparecer en un futuro próximo.
En el 2007 cuando el presidente Uribe propuso ampliar la cobertura a 3 millones de familias, uno de los puntos en que los que las criticas estuvieron centradas fue en la sobreestimación de la efectividad del programa pues parecía obedecer más a una propuesta de talante empírico y político, que a una propuesta seria con sustento técnico que validara la ampliación del programa. Al constituirse como un régimen asistencialista con subsidios de carácter transitorio, exige por un lado un soporte técnico sólido y por otro un control y evaluación de resultados minucioso para saber si esta respondiendo a necesidades reales. Por eso, resulta crucial para efectos de la política y su evaluación poder determinar si efectivamente está teniendo el impacto esperado: ayudar a romper “trampas de pobreza” inter-generacionales de las familias beneficiarias.
Familias en Acción es manejado por La Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional, “Acción Social”, lo que se ha constituido en uno de los puntos centrales de controversia y crítica del programa. Al ser un programa manejado por una entidad que, como su nombre lo indica, depende directamente del presidente el carácter y peso político que tiene es bastante amplio. Además por ser una transferencia de carácter transitorio el costo político de eliminar un subsidio de este tipo es enorme, ningún presidente con ó sin encrucijadas del alma, podría pensarse, estaría dispuesto a asumirlo. Es decir, que genera inflexibilidades políticas a un costo fiscal altísimo. Sin embargo en épocas de campañas electorales ningún candidato, está pensando en esto último, ¿qué mejor plataforma política y mecanismo para sumar votos en todas las regiones del país que garantizar la continuidad de este tipo de programas asistencialistas?
En días pasados durante el lanzamiento de la nueva imagen del partido liberal donde el candidato presidencial Rafael Pardo presentó “la Agenda legislativa para el siglo XXI” y en la que hizo alusión algunos puntos centrales de su plan de gobierno, dijo que Familias en Acción debía volverse un derecho, “La Agenda Legislativa se ocupará de impulsar una iniciativa legal para universalizar el programa de Familias en Acción para que todos los colombianos que se encuentren en Sisben 1 tengan derecho a ser beneficiarios” afirmó Pardo en su elocuente discurso.
Hace ya un poco más de un año cuando la propuesta del presidente Uribe de la ampliación del programa estaba siendo discutida, uno de sus más acérrimos críticos fue precisamente el actual candidato liberal a la presidencia quien afirmó por esos días en la revista CAMBIO que al ser Familias en Acción una iniciativa asociada directamente con la Casa de Nariño el Presidente era el directo beneficiario de los programas y que mantenerlos le servía al presidente Uribe como estrategia para mantener cautivos a sus potenciales electores, "El asistencialismo de Uribe -afirma Pardo- es el nuevo clientelismo y servirá de plataforma electoral, en caso de que aspire a una nueva reelección en 2010". Cabe decir que Pardo no es el único candidato que ha sugerido la conveniencia de darle continuidad a este programa, también lo han hecho los candidatos Andrés Felipe Arias, Sergio Fajardo y hasta el candidato de la oposición Gustavo Petro.
Más allá de cuestionar esta política de gobierno encaminada a combatir las causas estructurales de la pobreza en el país, lo que si parece estar claro es que Familias en Acción es uno de los mejores caballos de batalla para ganar la carrera a la Casa de Nariño y por eso, ahora lo pintaron de rojo y un jinete que no gustaba de él, decidió montarlo. Definitivamente del odio al amor sólo hay un paso...Cosas del romanticismo político.
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