lunes, 4 de mayo de 2015
¡Peñalosa, mi Alcalde!
Sí. Así tal cual. Sin más ni menos. Eso es lo que muchos queremos: que Peñalosa de buena vez por todas, 18 años después vuelva a la Alcaldía. Le tenemos miedo a la campaña porque es su mayor debilidad y quisieramos que ésta no fuera más que mal necesario. Aunque irónicamente Peñalosa casi que ni necesitaría hacer campaña pues todos estamos cansados y aburridos, y ya sabemos perfectamente de lo que él es capaz. Nuestros votos deberían ser sobre todo, un acto de reivindicación con la ciudad y con él por hacer votado mal o por no haberlo hecho del todo en los últimos 12 años.
Acá dejemonos de vainas, nosotros no queremos ni Galanes, ni Lunas, ni Pardos, que son mucho mejor políticos que él. Aquí lo que nos emociona y nos ilusiona a muchos es Enrique Peñalosa, con su visión de ciudad, su experiencia, y su capacidad para manejar y gerenciar esta ciudad. Él es como ese tren bala en el que necesitamos montarnos para que nos desatrace y nos saque de este caos. En él esta puesta nuestra esperanza, es él quien nos puede llevar al futuro.
Peñalosa, es en efecto puede ser de los peores políticos que han dando estos tiempos en Colombia pero lo ha sido por elección propia porque se ha negado a jugar bajo las reglas que el sistema le impone. Se ha resistido a hacer política de la manera que se hace en Colombia. Se ha negado a pagar el peaje de presupuesto que todo político en una elección en este país tiene que estar dispuesto a pagar a los barones de los votos que manejan y controlan el sistema. Ha sido terco y resilente ante esto. Se ha negado a ceder. Y el precio que ha pagado por eso, es graduarse como candidato.
Entender su discurso - que ha sido desde siempre su obsesión - puede resumirse en que para él no es concebible que en Bogotá para tener acceso a bienes públicos de calidad haya que ser rico. Ser rico para poder pagar un colegio privado y darle a los niños una educación con calidad, para poder pagar una prepagada y tener acceso a un buen sistema de salud o para vivir un conjunto como los que hay las afueras de la ciudad, que no son mas que una fiel copia de un suburbio de clase media de Estados Unidos, donde las vías están en buen estado, pavimentadas y limpias, donde la seguridad privada permite dormir tranquilo y donde hay unas buenas canchas de fútbol y espacios de recreación.
En todo lo anterior radica la obsesión de Peñalosa, de ahí viene su visión de su ciudad. Su cuento de parques, colegios y ciclorutas, que todos nos sabemos de memoria, y que él repite incansablemente con una pasión casi que contagiosa. Para Peñalosa, el bienestar de una sociedad puede anteceder a su riqueza. Y es ahí comienza y termina todo. Para él no es necesario, y sí desenfocado, aspirar a tener un PIB per capita como el de Noruega, basta con que los niños tengan una educación de primera, una ciudad segura con parques y bibliotecas, y donde los papás no se demoren dos horas llegando del trabajo a la casa. Eso es lo que muchos han llamado poesía.
Yo veo la encuesta que publicó ayer Semana, y es inevitable no ilusionarse. Lo único que puedo pensar según lo tituló la revista, es que ojalá ese "punto de partida" sea el mismo punto de llegada. Me acuerdo cuando la semana pasada me lo encontré en la cicloruta, iba en su bicicleta como cualquier cristiano con su morral cruzando la calle por la cebra, dando ejemplo sin darse cuenta y mostrándo que es coherente con su discurso hasta cuando es "invisible" y se camufla como uno más en este caos de ciudad.
El camino es largo, y muy pero muy espinoso. Sin embargo, el triunfo de Peñalosa no solamente sería un absoluto y merecido triunfo para Bogotá. Sino que igual de importante daría una lección y trasmitiría un mensaje a la forma tradicional de hacer política en Colombia. Demostraría que a pesar de todo, que aún después de 11 derrotas y 18 años de espera, sí se puede. Para las nuevas generaciones el mensaje sería refrescante y esperanzador.
A Peñalosa le pasa lo que por años le pasaba a la selección Colombia hace unos años: es bueno pero no hace goles, los ve hacer. Esta vez esperemos que meta un gol y se lleve el balón de oro. Se lo merece, y nos lo merecemos todos. Sin embargo, al mismo tiempo que ilusiona la idea de que está vez sí gane, también da curiosidad saber cómo va a sorprender esta vez con alguna de sus jugadas de mal político y va a destruir sus chances de llegar a la alcaldía; imploremos porque esta vez esto no suceda.
Tal vez ni siquiera el mejor asesor político le pueda decir como evitarlo. Tal vez, esta vez los asesores tengamos que ser nosotros mismos; los que votamos y creemos en él; tal vez hasta el mismo Vicepresidente le pueda ayudar muchísimo. Yo quisiera en unos meses, escribirle a mi amigo que vive en París y que me dice que no insista, que Peñalosa no queda de Alcalde ni en su casa. Quisiera escribirle en octubre y contarle que está vez sí se pudo, que si quiere ya puede volver a vivir en Bogotá, que todo este mal chiste por fin se ha terminado.
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